UN POCO DE HISTORIA
Corría el curso
1985- 86 cuando el claustro de profesores de la escuela Josep Ventalló
de Terrasa decidió darle a la
asignatura de plástica un aire diferente, tratando de convertirla
en una disciplina más dinámica y atractiva, al
mismo tiempo que motivadora,
si esto era posible, de futuras vocaciones o como mínimo, en
una actividad que pudiese servir para hacer algo más que copiar
un dibujo y después pintarlo una vez sí y otra, también.
Además se pretendía dar a conocer todo un abanico de actividades
que hiciera la asignatura más entretenida, por aquello de que
en la variedad está el gusto.
Así nació un
grupo de posibles talleres en los que los profesores daban rienda suelta
a su creatividad o, como mínimo, a alguna de les cosas que habían
aprendido en las escuelas de verano, tan de moda por aquellos años.
Entre los talleres más originales que ahora me vienen a la memoria
estaban el de cocina, el de cine, el de marionetas, sin olvidar el de
punto y costura, trabajos con corcho, collage y tapices. Pero, sin duda,
uno de los más ambiciosos a la vez más interesantes, fue
el taller de pintura mural, que además estaba muy relacionado
con la plástica. Ya antes había habido algún precedente
de pintura mural en el barrio y algunas reproducciones de pintores conocidos
daban un poco de color y alegría a las grises paredes de hormigón
de los muros de contención del barrio, siempre siguiendo la estética
que se puso de moda en los primeros años de la Democracia y que
sirvió a algunos partidos políticos para darse a conocer
después de la larga e interminable noche del Franquismo.
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